“EL SUEÑO QUE HACE SOÑAR”
UN CORAZÓN QUE TRANSFORMA LOS ‘LOBOS’ EN ‘CORDEROS’
Después de estos diez años he podido comprobar que el Aguinaldo de cada año es uno de los regalos más bellos que Don Bosco y sus sucesores ofrecen a toda la Familia Salesiana: nos ayuda a caminar juntos, llegando de manera generalizada también a los lugares más lejanos y para todos, dejando la libertad de acoger, integrar, potenciar «cuándo», «cómo» y «con quién» cada Comunidad Educativo-Pastoral (CEP) considere oportuno hacerlo.
En este nuevo año 2024 celebraremos el segundo centenario del «sueño-visión tenido por Juanito entre los nueve y diez años en la casita de los Becchi»[1] en 1824. De hecho, es bien conocido en nuestra Familia Salesiana como el sueño de los nueve años.
Considero que el aniversario de los 200 años del sueño que «condicionó todo el modo de vivir y de pensar de Don Bosco, y en particular, el modo de sentir la presencia de Dios en la vida de cada uno y en la historia del mundo»[2]merece estar en el centro del Aguinaldo que guiará el año educativo-pastoral de toda nuestra Familia Salesiana. Podrá ser retomado y profundizado en la misión evangelizadora, en las intervenciones educativas y en las acciones de promoción social que, en todas partes del mundo, lidera nuestra Familia que encuentra en Don Bosco al inspirador y al padre.
«Quisiera evocar aquí el «sueño de nueve años». Me parece, en efecto, que esta página autobiográfica ofrece una presentación sencilla, pero al mismo tiempo profética, del espíritu y de la misión de Don Bosco. En él se define el campo de acción que se le confía: los jóvenes; se indica el objetivo de su acción apostólica: hacerles crecer como personas por medio de la educación. Se le ofrece el método educativo que resultará eficaz: el Sistema Preventivo. Se presenta el horizonte en el que se mueve toda su actuación y la nuestra: el diseño maravilloso de Dios, que antes que nadie y más que cualquier otro, ama a los jóvenes»[3]. Así escribía el Rector Mayor emérito, don Pascual Chávez Villanueva, en la conclusión del Aguinaldo 2012, ofrecido a la Familia Salesiana con motivo del primer año del trienio de preparación al Bicentenario del nacimiento de Don Bosco en 2015.
Hermosa síntesis que con unas pocas líneas nos ofrece la esencia de lo que ha sido y es el sueño de los nueve años en su sencillez y su profetismo, en su valor carismático y educativo. Un sueño, sin duda emblemático y que intentaremos en este año, a los 200 años de que aconteciera, acercarlo al corazón y a la vida de toda la Familia de Don Bosco. Un sueño definido a veces como un «famosísimo sueño-visión que se convertirá y que todavía constituye un pilar importante, casi un mito fundacional, en el imaginario de la Familia Salesiana»[4], y que, ciertamente, exige una contextualización y atención crítica a la redacción que Don Bosco mismo lleva a cabo, y que nuestros expertos en historia salesiana realizan, siempre en aras de poder hacer una lectura e interpretación actual, vital y existencial. Pero sin duda es un sueño que Don Bosco ha tenido en su mente y corazón durante toda su vida, como él mismo dice: «Con aquellos años tuve un sueño que quedó profundamente grabado en mi mente para toda la vida». Es decir, se trata de un sueño que ha estado presente en él y también presente en todo el camino recorrido en la Congregación Salesiana hasta hoy (y que sin duda llega a nuestra Familia Salesiana de un modo u otro). En palabras de don Rinaldi, refiriéndose al sueño en el primer centenario del mismo, leemos: «de hecho, su contenido es de tal importancia que, en este centenario, debemos tener el estricto deber de profundizar en él con más asidua meditación en cada detalle y poner en práctica generosamente sus enseñanzas, si queremos merecer el nombre de verdaderos hijos de Don Bosco y perfectos Salesianos[5]. A nosotros nos está tocando vivir el extraordinario evento de este segundo centenario que, sin duda, tendrá muchísimas expresiones en todo el mundo salesiano. Ojalá que el arco de expresión de todo ello alcance lo más celebrativo y festivo y también lo más profundo de la revisión esperanzada de nuestras vidas, y las valientes propuestas a los jóvenes para ayudarles a soñar «en grande» en sus vidas con la presencia del Señor Jesús y yendo de la mano de la Maestra, la Señora, nuestra Madre.
1. “He tenido un sueño…”: un sueño muy especial
Así́ es, hace 200 años Juanito Bosco tuvo un sueño que lo «marcaría» de por vida. Un sueño que le dejaría una huella imborrable y cuyo significado solo comprendió plenamente al final de su vida. He aquí el sueño contado por el propio Don Bosco según la edición crítica de Antonio da Silva Ferreira, del que solo nos apartamos en dos pequeñasvariaciones[6].
[Cuadro inicial] Con aquellos años tuve un sueño que quedó profundamente grabado en mi mente para toda la vida.
[Visión de los chiquillos e intervención de Juan] En el sueño, me pareció encontrarme cerca de casa, en un terreno muy espacioso, donde estaba reunida una muchedumbre de chiquillos que se divertían. Algunos reían, otros jugaban, no pocos blasfemaban. Al oír las blasfemias, me lancé inmediatamente en medio de ellos, usando los puños y las palabras para hacerlos callar.
[Aparición del hombre venerando] En aquel momento apareció un hombre venerando, de aspecto varonil y noblemente vestido. Un blanco manto le cubría todo el cuerpo, pero su rostro era tan luminoso que no podía fijar la mirada en él. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme a la cabeza de los muchachos, añadiendo estas palabras:
—No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte ahora mismo, pues, a instruirlos sobre la fealdad del pecado y la belleza de la virtud.
Aturdido y espantado, repliqué que yo era un niño pobre e ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos muchachos; quienes, cesando en ese momento sus riñas, alborotos y blasfemias, se recogieron todos en torno al que hablaba.
[Diálogo sobre la identidad del personaje] Sin saber casi lo que me decía, añadí́:
—¿Quién sois vos, que me mandáis una cosa imposible?
—Precisamente porque tales cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles con la obediencia y la adquisición de la ciencia.
—¿En dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia?
—Yo te daré́ la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad.
—Pero ¿quién sois vos que me habláis de esta manera?
—Yo soy el hijo de aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día.
—Mi madre me dice que, sin su permiso, no me junte con los que no conozco. Por tanto, decidme vuestro nombre.
—El nombre, pregúntaselo a mi Madre.
[Aparición de la mujer de aspecto majestuoso] En ese momento, junto a Él, vi a una mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada punto del mismo fuera una estrella muy refulgente. Contemplándome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, hizo señas para que me acercara a Ella y, tomándome bondadosamente de la mano, me dijo:
—Mira.
Al mirar, me di cuenta de que aquellos chicos habían escapado y, en su lugar, observé una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros muchos animales.
—He aquí́ tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos.
Volví́ entonces la mirada y, en vez de animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderos que, saltando y balando, corrían todos alrededor como si festejaran al hombre aquel y a la señora.
En tal instante, siempre en sueños, me eché a llorar y rogué al hombre me hablase de forma que pudiera comprender, pues no sabía qué quería explicarme.
Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza, diciéndome:
—A su tiempo lo comprenderás todo.
[Cuadro conclusivo] Dicho lo cual, un ruido me despertó́.
Quedé aturdido. Sentía las manos molidas por los puñetazos que había dado y dolorida la cara por las bofetadas recibidas.
Después, el personaje, aquella mujer, las cosas dichas y las cosas escuchadas ocuparon de tal modo mi mente que ya no pude conciliar el sueño durante la noche.
Por la mañana conté́ enseguida el sueño. Primero a mis hermanos, que se echaron a reír; luego a mi madre y a la abuela. Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía: «Tú serás pastor de cabras, de ovejas o de otros animales». Mi madre: «Quién sabe si un día llegarás a ser sacerdote». Antonio, con tono seco: «Tal vez termines siendo capitán de bandoleros». Pero la abuela, que sabía mucho de teología aunque era completamente analfabeta, dio la sentencia definitiva, exclamando: «No hay que hacer caso de los sueños». Yo era del parecer de mi abuela, sin embargo nunca pude olvidar aquel sueño. Los hechos que expondré a continuación le confieren cierto sentido. No hablé más del asunto, y mis familiares no le dieron mayor importancia. Pero cuando, en el año 1858, fui a Roma para tratar con el Papa de la Congregación Salesiana, me hizo narrarle con detalle todas las cosas que tuvieran algo de sobrenatural, aunque solo fuera la apariencia. Conté entonces, por primera vez, el sueño tenido a la edad de nueve a diez años. El Papa me mandó que lo escribiera al pie de la letra, pormenorizadamente, y lo dejara para animar a los hijos de la Congregación, por la que había realizado ese viaje a Roma.
- El mismo sueño se repetirá varias veces en la vida de Don Bosco y él mismo, que de su puño y letra en las Memorias nos narró aquel primer acontecimiento cuyo Bicentenario se cumple ahora, cuenta varias veces lo que a distancia de tantos años vuelve a soñar. De hecho, el sueño de los nueve años no es un sueño aislado, sino parte de una secuencia prolongada y complementaria de episodios oníricos en la vida de Don Bosco. Él mismo conecta, integrándolos entre sí, tres sueños fundamentales: el de 1824 (en los Becchi), el de 1844 (en el Convitto Eclesiástico) y el de 1845 (en las obras de la Marquesa de Barolo), donde se encuentran elementos de continuidad y otros de novedad, pero siempre se reconoce en filigrana aquel primer cuadro y escena del prado de los Becchi, pero con nuevos detalles, reacciones, mensajes, ligados a las estaciones de la vida que ya no el Juanito de nueve años sino Don Bosco, en el pleno desarrollo de su misión, está viviendo ahora.
Incluso en otra ocasión, y muchos años más tarde, es el mismo Don Bosco, cuando ya tenía sesenta años, el que se lo cuenta a don Barberis en el año 1875. En aquel tiempo Don Bosco había presenciado el nacimiento de la Congregación Salesiana (18 de diciembre de 1859), de la Archicofradía de María Auxiliadora (18 de abril de 1869), del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (5 de agosto de 1872) y de la Pía Sociedad de los Salesianos Cooperadores – según el nombre original dado por Don Bosco– aprobada el 9 de mayo de 1876.
Cuando este sueño se hace realidad por última vez Don Bosco es, como ya he dicho, un hombre maduro: ha vivido muchas situaciones, ha afrontado y superado numerosas dificultades, ha visto personalmente lo que la Gracia y el Amor de la Virgen María han hecho en sus muchachos; ha visto muchos milagros de la Providencia y ha sufrido bastante. «A su tiempo lo comprenderás todo» le había profetizado el primer sueño; y en 1887 en la misa de consagración del templo del Sacro Cuore en Roma, escuchó esa voz resonar en su oído y lloró de alegría, lloró contemplando los maravillosos efectos de su fe invicta»[7].
2. Un sueño al que todos los rectores mayores se han referido
Me atrae de modo muy especial el hecho de que todos los Rectores Mayores se hayan referido al Sueño[8], a este Sueño de Don Bosco que ha marcado nuestra Congregación y la Familia Salesiana. Me estoy sirviendo ahora mismo de un magnífico trabajo de búsqueda que ha realizado el señor Marco Bay[9].
Don Pablo Albera, segundo sucesor de Don Bosco, refiriéndose al Oratorio de Valdocco como el Oratorio de Don Bosco, Opera prima y por muchos años única, se refiere al Sueño como el misterioso sueño en el que la Providencia le confía la misión:
«La primera obra, incluso durante muchos años la única, de Don Bosco fue el Oratorio festivo, su Oratorio festivo, como ya lo había vislumbrado en el misterioso sueño que tuvo a los nueve años y en los siguientes que progresivamente le ilustraron su pensamiento sobre la Obra de la Providencia que le había sido confiada»[10]
Don Felipe Rinaldi, tercer sucesor de Don Bosco, es quien tiene la oportunidad de vivir el primer centenario de este Sueño, e intenta que toda la Congregación quede impregnada de la gracia de vivir este evento. Por eso anima del siguiente modo:
«[...] En mi circular sobre el Jubileo de nuestras Constituciones ya os he mencionado, mis queridos hijos, el centenario del primer sueño de Don Bosco, invitándoos a meditar este sueño y a ponerlo en práctica. (...) Releamos juntos, queridos míos, la página escrita por el venerable Padre para nuestra instrucción, en obediencia al Vicario de Jesucristo; sí, releamos con gran veneración y fijemos en nuestra mente palabra por palabra esta página que nos describe evangélicamente el origen sobrenatural, la naturaleza íntima y la forma específica de nuestra vocación. Cuanto más
se lee, más se vuelve nueva y luminosa»[11].
Y en este mismo escrito hace entender a los hermanos que al igual que con el Sueño de los nueve años Don Bosco fue llamado a una misión, también nosotros bajo la guía de la Virgen hemos sido llamados. Y llevados con bondad de la mano por la misma Virgen Santísima nos muestra el campo de acción y nos estimula de mil maneras para adquirir los dones de la humildad, la fortaleza y la salud. Entendemos perfectamente que aplica a nosotros el mandato de ser fuerte, humilde y robusto que la Señora del Sueño dejó a Juanito Bosco.
«También a nosotros se nos ha ordenado adquirir los medios necesarios para poner en práctica este método, es decir, la obediencia y la ciencia, bajo la guía de la Virgen; que hemos hecho (o estamos haciendo) en los años de nuestra formación religiosa y sacerdotal. Durante todos estos años felices la Virgen Santísima. también nos tomó amablemente de la mano y, señalándonos el campo futuro de nuestra acción, nos estimuló en todos los sentidos a adquirir la humildad, la fortaleza y la salud, que son las cualidades estrictamente necesarias para todo verdadero hijo de Don Bosco. También a nosotros finalmente nos será dado ver multitudes de jóvenes, antes ignorantes en absoluto de las cosas de Dios, y quizás ya víctimas infelices del mal, correr iluminados, sanados y alegres a hacer fiesta a Jesús y a María Santísima Auxiliadora»[12].
Y casi como para animarnos a celebrar de modo grande y significativo este bicentenario, el boletín salesiano en tiempo de don Rinaldi, y contando con su presencia, narra así la celebración en Roma:
«Por un sueño - escribía el Corriere d'Italia el 2 de mayo pasado - por la belleza ideal de un sueño - ayer en el gran patio de las Obras de Don Bosco en Roma se reunió una multitud miles de almas anhelantes y aplaudientes, y el cardenal Cagliero, el venerable misionero, y el mismo Sucesor de Don Bosco, don Rinaldi, y el Ministro de la Instrucción Pública Pietro Fedele, para rendir el conmovedor homenaje de todas las potencias del espíritu al incomparable Maestro que, en la luminosa humildad de la fe, había seguido los caminos radiantes de aquel sueño sublime...
Una corona viva de jóvenes, de niños y de niñas, los alumnos de Don Bosco; una multitud de hombres de todas las clases sociales -profesionales, maestros, soldados, sacerdotes- se reunieron en el nombre del dulce Maestro. (...) Hace cien años (otro Año Santo, ¿por qué olvidarlo?) Don Bosco siendo niño tuvo el dulce y misterioso sueño; primero veía a un grupo de niños de la calle peleándose entre ellos, imprecando y blasfemando; y trató de llamarlos al orden con el bastón; luego vio a una Señora y a un Señor que lo llevaron a otro grupo de animales, esta vez, de perros y de gatos que también peleaban, ladraban y hacán muecas, pero que ante un arcano asentimiento de los Dos se convirtieron en una manada de pacíficos corderos...
Después de cien años, ese sueño es una realidad: espléndida, palpitante, grandiosa; - es una historia maravillosa que compromete ya el destino de millones de criaturas, en las escuelas, en las misiones, en la vida, en la oración, en la esperanza; todas las criaturas que han saludado y saludan a Don Bosco, el más grande y santo maestro de vida que la Iglesia y Italia han dado al mundo en nuestro siglo...»[13].
Y don Pedro Ricaldone, cuarto sucesor de Don Bosco, ve el germen del Oratorio festivo y de toda la Obra Salesiana en el sueño que Juanito tuvo a la edad de nueve años. Le seguirán otras muchas etapas, dice don Ricaldone, muchas estaciones de un peregrinar antes de llegar a Pinardi, a la tierra propia.
«No hay duda de que el primer germen del Oratorio festivo y de toda la Obra Salesiana tenemos que buscarlo, como acabo de decir, en el premonitorio sueño que tuvo Giovannino a los nueve años. Desde entonces, la Mujer de majestuosa apariencia dijo al pastorcillo de los Becchi: “He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos».
I Becchi, Moncucco, Castelnuovo, Chieri, son otras tantas paradas: pero Juanito Bosco apenas ha comenzado en su camino; camina hacia una meta ulterior. El 8 de diciembre de 1841 es, más que un punto de llegada, otro punto de partida. Deberá́ realizar nuevas peregrinaciones antes de llegar al cobertizo Pinardi, en Valdocco, a su tierra prometida. Volviendo a la primera imagen, la tierna plantita por fin ha encontrado su propio terreno; a partir de hoy la veremos robustecerse y agrandarse más allá de toda predicción humana[14].
Incluso considera don Ricaldone que el amor y el celo de Don Bosco por las vocaciones tiene también su origen en el Sueño de los nueve años:
«El amor y el celo por las vocaciones de Don Bosco tiene su primer origen en el premonitorio sueño que tuvo a la edad de nueve años, que se reprodujo de diversas formas sustancialmente uniformes durante casi veinte años (...) De hecho, después de este sueño aumentó en Juan el deseo de estudiar para ser sacerdote y consagrarse a la salvación de los jóvenes»[15].
Don Renato Ziggiotti, quinto sucesor de Don Bosco, subraya también de modo muy especial el gran don que ha sido para Don Bosco la Maestra, puesto que es el Señor quien hace el don de la entrega de su propia madre a Juanito, especialmente como guía. Así se expresa:
«`Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad´ es la palabra premonitoria del primer sueño, pronunciada por el misterioso personaje, “el hijo de aquélla a quien tu madre te ensenó́ a saludar tres veces al día”. Es, pues, Jesús quien entrega a Don Bosco a su Madre como Maestra y guía infalible en el difícil camino de toda su vida. ¿Cómo podemos estar lo suficientemente agradecidos por este extraordinario don que el Cielo nos dio a nuestra Familia?»[16].
Y ella, la Madre, la Madonna, la Señora del Sueño será todo para Don Bosco. Esta certeza era fortísima y envolvente en don Ziggiotti e así lo pide a cada salesiano:
“La Virgen, a quien fue consagrado por su madre al nacer, que iluminó su futuro en el sueño de nueve años y luego volvió para confortarlo y aconsejarlo, en mil formas, en los sueños, en el espíritu profético, en la visión interior del estado de las almas, en los milagros y gracias innumerables, que actuó invocándola; la Virgen lo es todo para Don Bosco; y el Salesiano que quiera adquirir el espíritu del Fundador debe imitarlo en esta devoción"[17].
Y don Luigi Ricceri, sexto sucesor de Don Bosco, tiene también unas magníficas expresiones en torno al significado del Sueño de los nueve años. Don Ricceri subraya cómo fue importante para Don Bosco este Sueño hasta el punto de quedar grabado en su corazón y en su mente por siempre y cómo se ha sentido llamado por Dios:
«El Sueño de nueve años. Es el sueño - escribe Don Bosco en sus "Memorias" - que “quedó profundamente grabado en mi mente para toda la vida” (Memorias del Oratorio (MO), Fuentes salesianas, 1061).
La impresión imborrable de este sueño-visión se debe a que fue como una luz repentina que aclaraba el sentido de su joven existencia y trazaba su camino. Como el pequeño Samuel, Don Bosco se siente llamado y enviado por Dios con miras a una misión: salvar a los jóvenes de todos los lugares, de todos los tiempos: los de los países cristianos y la "multitud" de los que viven en regiones no cristianas. esperando todavía el gran advenimiento del Señor»[18].
Es este el sueño, nos dice don Ricceri en el que Don Bosco, aún sin toda la lucidez a causa de su temprana edad intuye el gran valor de vivir para salvar las almas, y esta convicción toma forma en su vida, en su mente, en su espíritu, más y más como don de la gracia. Y Don Bosco tiene por medio de este acontecimiento determinante en su vida como la primera y gran intuición de lo que sería en un futuro el Sistema Preventivo.
«No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos» escribe Don Bosco en la narración del mismo, escuchándolo de los labios de la Señora. Hasta el punto de poder hablar en el futuro de una preciosa relación entre Don Bosco y la Madre del Señor. Así, bellamente, lo expresa don Ricceri: «A partir de este sueño se estrecha entre Don Bosco y la Madre de Jesús esa relación a dos, esa colaboración permanente, que caracteriza la vida del futuro
apóstol»[19].
Don Egidio Viganò, séptimo sucesor de Don Bosco, nos ofrece otras reflexiones no menos estimulantes. Me encanta ver esa magnífica línea de continuidad de todos los Rectores Mayores a la hora de leer, meditar e interpretar en la actualidad de su momento el Sueño, diría el Sueño por antonomasia. Don Viganò confirma, como anteriormente otros sucesores de Don Bosco, que María es la verdadera inspiradora, Maestra y guía de la vocación de Juan, la vocación de nuestro Padre Don Bosco.
«Considero de particular interés hacer notar que ya a los 9 años, en el histórico sueño (que se repetirá varias veces, y al cual Don Bosco atribuye particular incidencia en su vida), María se asoma a su conciencia de fe como un personaje importante interesado directamente en un proyecto de misión para su vida; es una Señora que muestra particulares preocupaciones "pastorales" hacia la juventud; se le presenta, efectivamente, "vestida de Pastora". Digamos enseguida que no es Juanito quien escoge a María, sino que es María quien se presenta con la iniciativa de elección: Ella, a petición de su Hijo, será la Inspiradora y la Maestra en su vocación»[20].
Esta maravillosa experiencia vivida por Juan le hace tener un sentido muy profundo e íntimo de una relación muy personal de María (la Señora del Sueño) con él, y por eso, en su alma y corazón, Don Bosco sentirá a lo largo de toda su vida, y cada vez más, un cariño y afecto muy especial y grande por María. Se trata realmente de una relación muy personal con la Virgen.
Y también don Juan E. Vecchi, octavo sucesor de Don Bosco, nos va a hacer notar que, convencido como estaba Don Bosco de que había sido enviado a los jóvenes, todo ha de estar enfocado en esa única finalidad sagrada, y a ellos debe dedicar todas sus energías:
Este es el hilo conductor de la historia que Don Bosco cuenta de su vida en las Memorias del Oratorio a partir del primer sueño: «El Señor me ha enviado para los muchachos, por tanto, es preciso que abandone todo lo demás y conserve mi salud para ellos»[21], convencido siempre de que es instrumento del Señor y que toda su vida está marcada por esta llamada y misión en medio de los jóvenes. Otro gran experto en Don Bosco nos lo confirma siempre. Otro gran conocedor de Don Bosco lo confirma: «La fe de ser instrumento del Señor para una misión singular fue en él profunda y firme. Esto fundaba en Él la actitud religiosa característica del siervo bíblico, del profeta que no puede eludir la voluntad divina»[22].
Finalmente, don Pascual Chávez, noveno sucesor de Don Bosco, entre una gran riqueza de textos, nos ofrece uno que a mí me conmueve. Es todo un canto a la figura materna de Mamá Margarita que, con la gracia de Dios, acompañaba el crecimiento de Juanito e interpreta e intuye en el Sueño de los nueve años que quizá el Señor y la Virgen estén llamando a su hijo para una vocación muy especial. Se podría hablar, dice don Pascual, de Mamá Margarita como una verdadera educadora «salesiana».
«Este arte educativo es lo que permite a Mamá Margarita descubrir las energías ocultas en sus hijos, sacarlas a la luz, desarrollarlas y ponerlas casi visiblemente en sus manos. Esto se aplica sobre todo respecto de su fruto más rico: Juan. ¡Qué impresionante es notar en Mamá Margarita este consciente y claro sentido de “responsabilidad materna”, al seguir cristianamente y de cerca a su propio hijo, aun respetándolo en su autonomía vocacional, pero acompañándolo ininterrumpidamente en todas las etapas de su vida hasta la propia muerte!
El sueño que Juanito tuvo a los nueve años, si fue revelador para él, lo fue también ciertamente (si no antes) para Mamá Margarita; fue ella la que tuvo y manifestó́ la interpretación: “¡Quién sabe si un día serás sacerdote!”. Y algún año después, cuando comprendió́ que el ambiente de casa era negativo para Juan a causa de la hostilidad del hermanastro Antonio, ella hizo el sacrificio de mandarlo como mozo de campo a la granja Moglia de Moncucco. Una madre que se priva del hijo tan joven para mandarlo a trabajar la tierra lejos de casa, hace un verdadero sacrificio, pero ella lo hizo, no solo para eliminar un desacuerdo familiar, sino también para iniciar a Juan en el camino que le (y les) había revelado el sueño. La divina Providencia le concedió la gracia de ser una educadora salesiana»[23].
3. El sueño profético: una joya preciosa en el carisma de la Familia de Don Bosco
En líneas anteriores leíamos cómo don Felipe Rinaldi invitaba a los hermanos –y sin duda en aquel momento a las Hijas de María Auxiliadora, a los Salesianos Cooperadores, a los Devotos de María Auxiliadora, y me imagino que a los Exalumnos y Exalumnas– a que pudieran leer el sueño, profundizarlo, interiorizarlo, y sentir su eco en el corazón. No me cabe ninguna duda. Y es que, ciertamente, hay una unanimidad en todo tipo de escritos, ya sean de investigación histórica, o de estudios histórico-críticos, o reflexiones sobre la espiritualidad salesiana, o lecturas educativo-pastorales, en que este Sueño se trata de mucho más que un simple sueño. Tiene tantísimos elementos carismáticos que, me atrevo a calificarlo como una preciosa joya en nuestro carisma, y un verdadero mapa de ruta para la Familia de Don Bosco.
Realmente se podría decir que en él nada sobra y nada falta. A esto me quiero referir en este momento.
3.1. La mirada puesta en el Sueño
¿Dónde poner la mirada en este momento? Ante todo, en el Sueño en sí mismo, puesto que encierra una riqueza carismática sorprendente. Como ya dije, no hay una palabra que sobre y, seguramente, no hay nada que falte. Es más que evidente el esfuerzo que hizo Don Bosco en la redacción para transmitirnos que no es solo «un» sueño, sino que hemos de verlo como «el» sueño que marcará toda su vida, aunque no habría podido ni imaginarlo en ese momento como niño que era. De hecho «Don Bosco, de casi sesenta años –se sentía ya anciano y lo era para la época– tuvo que afrontar el problema de dar fundamento histórico-espiritual a su Congregación, recordando los orígenes providenciales que la justificaban. ¿Qué mejor que "narrar" a sus hijos cómo la cuna de la "Congregación de los Oratorios" en su génesis, desarrollo, finalidad y método, fuese una institución querida por Dios como instrumento para la salvación de la juventud en los nuevos tiempos?»[24].
De hecho, las Memorias del Oratorio (MO) en las que Don Bosco narra el sueño, no son otra cosa más que el sueño desplegado en su historia de vida, en el Oratorio y en la Congregación. Por eso mismo dice también en la introducción a su manuscrito:
«Me decido a relatar en este escrito pequeñas noticias confidenciales que pueden iluminar o ser de alguna utilidad para aquella institución que la divina Providencia se dignó confiar a la Sociedad de San Francisco de Sales»[25]. Y «¿para qué puede servir, pues, este trabajo? Servirá de norma para superar las dificultades futuras, tomando lecciones del pasado; servirá para dar a conocer cómo Dios mismo guio siempre todos los sucesos; servirá de ameno entretenimiento para mis hijos, cuando lean los acontecimientos en los que tomó parte su padre y, con mayor gusto, cuando –llamado por Dios a rendir cuenta de mis actos– ya no esté entre ellos»[26].
La narración de las Memorias del Oratorio (y el Sueño de los nueve años como parte de estas), ha sido de tal trascendencia que ha involucrado en su estudio a significativos expertos salesianos durante toda una vida, captando con el paso de los años perspectivas diferentes. Una muestra rica y digna de atención es, por ejemplo, los distintos subrayados que el gran estudioso de la pedagogía salesiana, don Pietro Braido, hace a lo largo de varias décadas. Se trataría de «una historia edificante legada por un fundador a los miembros de la Sociedad de apóstoles y educadores, quienes debían perpetuar su obra y su estilo, siguiendo sus directrices, orientaciones y sus enseñanzas» (1965); o «una historia del Oratorio más “teológica” y pedagógica que real, quizás el documento “teórico” de animación más largamente meditado y deseado por Don Bosco» (1989); «quizás el libro más rico en contenidos y orientaciones preventivas» que escribió Don Bosco: «un manual de pedagogía y de espiritualidad “contada”, en clara perspectiva oratoriana» (1999); o incluso un escrito en el que «la parábola y el mensaje» vienen antes y «por encima de la historia», para ilustrar la acción de Dios en las cuestiones humanas, y así, animando y recreando, «confortar y confirmar a los discípulos» en clara perspectiva “oratoriana” (1999)[27].
A mi modo de ver una de las piedras preciosas de esta joya a la que me estoy refiriendo es la que hace que quienes nos adentramos en el Sueño con corazón salesiano, sea cual sea nuestro camino en la vida cristiana-salesiana y en la Familia de Don Bosco, pueda sentirse interpelado para notar en el propio corazón si se siente dispuesto a aprender, dispuesto a dejarse sorprender por Dios que acompaña nuestras vidas, así como ha guiado la vida de Don Bosco, y para sentirse y sentirnos como hijos e hijas ante esa inmensa paternidad que emana de la figura de nuestro padre a lo largo de toda su vida. Porque:
- Si uno no se hace DISCÍPULO, alumno dispuesto a aprender, no conseguirá entrar verdaderamente en el espíritu de las Memorias del Oratorio y del Sueño.
- Si uno no se hace más CREYENTE, y no tiene la convicción de que Dios obra en la historia, en la de Don Bosco y en la personal de cada uno, comprenderá muy poco o nada de las Memorias del Oratorio y del Sueño, y todo esto será solamente una bonita «historieta».
- Y si uno no se hace HIJO o HIJA, no logrará sintonizar con la frecuencia habitual con la que Don Bosco comunica tanta paternidad con cuanto narra en este escrito.
Me parece que estas tres disposiciones iniciales (fe, filiación y discipulado) son imprescindibles, son «claves esenciales» para entender y asumir, como dirigido a uno mismo, lo que Don Bosco nos ha narrado y dejado como herencia espiritual porque aconteció en su vida, y la marcó e iluminó por siempre, y ha querido que fuese un legado que ayudase profundamente a sus Salesianos y a todos los que, por gracia, nos sentimos y somos parte de su Familia.
3.2. Los jóvenes, protagonistas del Sueño
Me parece que se pueda decir que los jóvenes son los protagonistas centrales del sueño, y aunque no pronuncian palabra, toda gira en torno a ellos; incluso los mismos personajes «celestiales», y el mismo Juanito Bosco están ahí debido a ellos. Todo el sueño es de ellos, y para ellos, los muchachos. Si excluyéramos a los jóvenes de este sueño, no quedaría nada que fuese significativo de cara a la misión.
Pero lo interesante es que no son como una fotografía que fija una imagen en un momento (y que ciertamente no existía en la época), sino que esos muchachos están en permanente movimiento y acción, ya sea cuando son agresivos (como lobos), cuando quizá no se soportan a sí mismos, o cuando transformados gracias al milagro en el modo de hacer que la Señora del sueño pide a Juanito, se transformarán (a modo de corderos) en muchachos serenos, amistosos y cordiales. Lo más importante que acontece en el Sueño, que el mismo Don Bosco aprende y, posteriormente todos sus seguidores, es a descubrir que es posible el proceso de transformación: se trata de un movimiento –me permito decir– «pascual» de cambio y transformación, de lobos en corderos, de corderos en una –diríamos con el lenguaje de hoy–, comunidad juvenil que celebra a Jesús y María. Me parece, ciertamente, un elemento esencial, central, del sueño.
3.3. Donde hay una clarísima llamada vocacional
«He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos»[28]. Lo que acontece en el Sueño es, ante todo, una llamada, una invitación, una vocación, que pareciera imposible, inalcanzable. Juanito Bosco se despierta cansado, e incluso ha llorado; y es que cuando se trata de la llamada de Dios (el Señor de gran majestad en el Sueño, Jesús), la dirección que tal llamada puede tomar es impredecible y desconcertante.
Esta llamada es algo muy especial en el Sueño; es de una riqueza única. Lo digo porque parecería que, por la edad de Juan, por su orfandad, por la falta casi absoluta de recursos, la pobreza, las contrariedades internas en su familia, las disputas en torno a su hermanastro Antonio, las dificultades para acceder a la escuela a causa de la lejanía, y la necesidad del trabajo que debía realizarse en el campo, no hay un futuro posible y distinto más que el de permanecer allí, y ser, seguramente, un buen campesino. Puede parecernos que el Sueño resulta imposible, lejano, quizá destinado a otro, pero no a él. Incluso en la interpretación familiar del Sueño las palabras de la abuela parecieran confirmar esto.
Sin embargo, justamente esta situación tan difícil hace a Don Bosco (en este momento a Juanito) muy humano, necesitado de ayuda, pero también fuerte y entusiasmado. Su fuerza de voluntad, el carácter, temple, fortaleza y decisión de su madre Mamá Margarita, y una profunda fe, tanto por parte de su madre como del mismo Juan, hace que todo se pueda poner en marcha. El Sueño estará siempre ahí, pero lo irá descubriendo desde la vida: poco a poco, a medida que las cosas se iban realizando, fui entendiendo... (Memorias del Oratorio, Fuentes 1121). No hay magia, no es un sueño de «hadas», no existe predestinación, sino una vida cargada de sentido, de exigencia, de sacrificio, pero también de fe y esperanza que impulsa a descubrirlo y a vivirlo cada día.
En el Sueño aparece un hombre muy respetable de varonil aspecto que habla con Juan, que lo interpela, que lo pone en manos de su Madre, la Señora. Hay ciertamente un envío a una misión. Una misión de pastor-educador en la que se señala también un método: la mansedumbre y la caridad. He aquí una muestra de su respuesta vocacional:
«Juan, fiel a la inspiración divina desde la más tierna edad, comenzó a trabajar en el campo que le había asignado la Providencia. Aún no ha cumplido los diez años y ya es apóstol entre sus compatriotas del pueblo de Morialdo. ¿No es eso tal vez un Oratorio Festivo, aunque sea en embrión, a grandes rasgos, lo que el pequeño Juan inició en 1825, utilizando medios compatibles con su edad y con su instrucción?
Dotado de una memoria prodigiosa, amante de los libros, asiduo a los sermones, lo atesora todo, instrucciones, hechos, ejemplos, para repetirlos a su reducido auditorio, inculcando con admirable eficacia el amor a la virtud en quienes acuden a admirar la habilidad de su juegos y escuchar su infantil pero cálida palabra»[29].
3.4. Y Ella, María, marcará por siempre el Sueño de Juanito y la vida de Don Bosco
Llegamos a un momento central del Sueño: La mediación materna de la Señora (unido al misterio del nombre). Para Juanito Bosco su madre y la Madre de aquel a quien saluda tres veces al día, serán espacio de humanidad en el que descansar, en el que encontrar seguridad y amparo en los momentos más difíciles.
«Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad». De hecho, es ella quien le indica tanto el campo en el que tendrá que trabajar como la metodología a utilizar: “He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto”. María es interpelada desde el principio para el nacimiento de un nuevo carisma, ya que es precisamente su especialidad llevar en el seno y dar a luz: por eso, cuando se trata de un Fundador, que debe recibir del Espíritu Santo la luz original del carisma, el Señor dispone que sea su misma madre, Virgen de Pentecostés y modelo inmaculado de la Iglesia, quien le haga de Maestra. Solo ella, la "llena de gracia", comprende de hecho todos los carismas desde dentro, como quien conoce todas las lenguas las habla como si fueran la suya[30]. Y esto que dice el Señor del Sueño al jovencísimo Juanito Bosco es como decirle: «de ahora en adelante entiéndete con ella». «Digamos enseguida que no es Juanito quien escoge a María, sino que es María quien se presenta con la iniciativa de la elección: Ella, a petición de su Hijo, será la Inspiradora y la Maestra de su vocación»[31].
Esta dimensión femenino-materna-mariana es quizá de las más interpelantes del Sueño. Cuando detenemos nuestra mirada serenamente ante esta realidad, este aspecto se transforma en algo hermoso. Es Jesús mismo quien le da una maestra, que es su madre, y «su nombre debe preguntárselo a Ella»; Juanito tiene que trabajar «con sus hijos», y será «Ella» quien se hará cargo de la continuidad del sueño en la vida, se hará cargo de llevarlo de la mano hasta el final de sus días, hasta el momento en el que verdaderamente lo comprenderá todo.
- Hay una intencionalidad enorme en querer decir que, en el carisma salesiano en favor de los chicos y chicas más pobres, desfavorecidos, y sin afecto, la dimensión del trato con «dulzura», con mansedumbre y caridad, así como la dimensión «mariana», son elementos imprescindibles para quien desea vivir este carisma. La Virgen tiene que ver con la formación en la «sabiduría del carisma». Y por eso mismo es difícil entender que en el carisma salesiano haya alguien (personas, grupo o institución) que deje en un segundo plano la presencia mariana. Sin María de Nazareth se habla de otro carisma, pero no del carisma salesiano, ni de los hijos e hijas de Don Bosco. Lo dice de un modo maravilloso don Ziggiotti, en esta búsqueda que hemos hecho de los comentarios de los Rectores Mayores acerca del Sueño:
- “Quisiera convencer a todos los Salesianos de este hecho tan importante, que ilumina con luz celestial toda la existencia del Santo y, por tanto, da un valor indiscutible a todo lo que hizo y dijo en su vida: La Virgen, a quien fue consagrado por su madre al nacer, que iluminó su futuro en el sueño de nueve años y luego volvió para confortarlo y aconsejarlo, en mil formas, en los sueños, en el espíritu profético, en la visión interior del estado de las almas, en los milagros y gracias innumerables, que actuó invocándola; la Virgen lo es todo para Don Bosco; y el Salesiano que quiera adquirir el espíritu del Fundador debe imitarlo en esta devoción»[32].
3.5. Dócil al Espíritu, confiado en la Providencia
Ciertamente hay mucho que aprender. El hacerse humilde, fuerte y robusto supone prepararse para lo que le espera. Deberá ser obediente, dócil a la sabiduría de la Maestra. Deberá aprender a ver y descubrir los procesos de transformación; comprender que el itinerario, el camino realizado con esos muchachos lleva a la vida, y al encuentro con el Señor del Sueño, y con su madre, lleva a Jesús y María. Todo esto lo fue descubriendo Juan Bosco.
Está en juego la obediencia a Dios, la docilidad al Espíritu. Así como María es la que «deja hacer», deja que acontezca en ella lo que Dios ha pensado y soñado, hasta llegar a proclamar desde ese «fiat» a Dios, que el Señor ha hecho obras grandes por mí, también el Salesiano, la Hija de María Auxiliadora, cada Salesiano Cooperador, cada devoto de María Auxiliadora, cada miembro de nuestra Familia Salesiana, que es la Familia de Don Bosco, tendrá que aprender y hacer propio este estilo de docilidad al Espíritu. Me permito añadir que ojalá este estilo se hiciese carne y vida en todas las etapas de formación inicial y permanente de cada Grupo, congregación, e institución salesiana. Y no olvidemos que los «formadores», las «formadoras», deberían ser, deberíamos ser, los primeros en «dejarnos formar» por el Espíritu, como María.
El Sueño ofrece, como ningún otro elemento, como ninguna otra realidad, lo que creo que se puede llamar pistas «irrenunciables» del ADN del carisma. Son estas pistas o «principios» los que nos pueden ayudar a leer, a discernir, y actuar en sintonía de fidelidad creativa hoy.
Y no olvidemos que esta es una tarea comunitaria, la tenemos que realizar conjuntamente, «sinodalmente» –podríamos decir hoy en sintonía con los trabajos sinodales recientes–, como Familia Salesiana.
Y acompañar a Don Bosco en la reflexión acerca de su Sueño a los nueve años es también subrayar el abandono de Don Bosco en la Providencia, el ponernos como él en ese «a su tiempo lo comprenderás todo». El mismo Sueño que tuvo fue para Don Bosco una acción de la Providencia. Este es el convencimiento radical, la opción fundamental de vida, «la esencia del alma de Don Bosco», el punto central, lo más profundo e íntimo de él. Sin duda que el abandono en la Providencia divina, tal como aprendió de su madre, fue decisivo para nuestro padre y ha de ser para nosotros la garantía de continuidad de la espiritualidad salesiana. Se trata del abandono en Dios, la confianza en Dios, puesto que el Dios que Don Bosco aprender a amar es Dios confiable. Él actúa de verdad en la historia, y así lo hizo en la historia del Oratorio, hasta el punto de que Don Bosco llegar a decir a los directores salesianos el 2 de febrero de 1876: «las demás Congregaciones y Ordenes religiosas tuvieron en sus comienzos alguna inspiración, alguna visión, algún hecho sobrenatural, que dio empuje a la fundación y aseguró su establecimiento; pero, en la mayoría de los casos, la cosa no pasó de uno o pocos de estos hechos. En cambio entre nosotros, las cosas proceden muy diversamente. Puede decirse que no hay nada que no se haya conocido de antemano. La Congregación no dio ni un paso que no fuera aconsejado por un hecho sobrenatural; no hubo cambio, mejora o ampliación que no fuera precedida por una orden del Señor... Nosotros, por ejemplo, habríamos podido escribir todo lo que nos sucedió antes de que sucediera y escribirlo detalladamente y con exactitud»[33].
3.6. Pero, «no con golpes». El arte de la dulzura y la paciencia educativa
El Sueño nos habla no solo de un pasado, sino que nos transporta también a un presente, un hoy, que es de máxima actualidad. El «no con golpes» que en el Sueño le dice la Señora a Juanito nos interpela también hoy, y hace más necesario que nunca pensar nuestro modo educativo salesiano de ir al encuentro de los jóvenes, de las jóvenes, porque siguen aumentando los discursos de odio y la violencia. Nuestro mundo está siendo cada vez más violento y nosotros, educadores y evangelizadores de los jóvenes, hemos de ser alternativa ante aquello que tanto angustiaba a Juanito en el Sueño y que tanto nos duele a nosotros hoy. Como declaró una vez el Rector Mayor don Pascual Chávez en el Aguinaldo de 2012[34], sin duda tendremos que «enfrentarnos a los lobos» que quieren devorar al rebaño: el indiferentismo, el relativismo ético, el consumismo que destruye el valor de las cosas y de las experiencias, la falsa ideologías y otras cosas que realmente duelen y son verdadera violencia.
Soy del parecer de que este sí es un mensaje tan actual tanto hoy como en el momento en el que Juanito (nuestro futuro Don Bosco, padre y maestro) lo recibió.
El «no con golpes» es un no «absoluto». Está muy claro, y es la única corrección, casi reprimenda podríamos decir, que Juan Bosco recibe en el Sueño. Y antes que todo lo demás, es para nosotros una certeza, la gran certeza de que por el camino de la fuerza y de la violencia, no se va en la buena dirección del carisma. Y los golpes del sueño pueden adquirir hoy miles de formas. De hecho, he puesto interés en leer, pensar y detallar muchas de las más o menos sutiles formas de violencia que nos rodean, y que tienen que estar desterradas de nuestro mundo salesiano educativo, pastoral, sanador y evangelizador.
No con golpes significa para nosotros combatir conscientemente, sin justificación alguna, todo tipo de violencia:
- Esa violencia física que daña el cuerpo (violencia que empuja, que patea, que da cachetes, que arrincona o inmoviliza, que arroja objetos).
- Esa violencia psicológica y verbal que daña la autoestima (violencia que insulta y descalifica, que aísla, que vigila y controla sin respetar, que viene con insultos o menosprecios). Esa violencia y abuso psicológico que hace sentir a algunas personas que nunca dan de sí mismos lo suficiente; una violencia que lleva a que siempre te consideren diferente y equivocado, equivocada, o incluso persona inmadura por pensar lo que honestamente piensas; esa violencia y abuso de quienes solo se interesan por ti cuando quieren obtener algún beneficio.
- Esa violencia afectivo-sexual que daña el cuerpo, el corazón y los más entrañables afectos; que deja huellas de dolor imborrables. Y que se puede manifestar de manera verbal o escrita, con miradas o señas que denotan obscenidad, acoso, hostigamiento, e incluso abuso.
- Esa violencia que es económica porque limitándote el dinero que es tuyo o que sirve para lo que puedas hacer de bueno, es retenido, quitado, robado.
- Esa violencia que es también cibernética (ciberbullying con acoso por medios electrónicos a través de internet, páginas web, blogs, mensajes de texto o de correo electrónico, o de videos).
- Esa violencia de exclusión social con personas, estudiantes, adolescentes notoriamente excluidos, con personas humilladas en público.
- Violencia, en definitiva, de maltratos con verbos como amenazar, manipular, desvalorizar, rechazar, negar, cuestionar, humillar, insultar, descalificar, ejercer burlas, mostrar indiferencia. Nosotros gozamos carismáticamente, sin duda, del antídoto ante estas situaciones que dañan la vida. Se trata de una genialidad pastoral de Don Bosco:
«Teniendo presente, por otro lado, que la intervención de María en el primer sueño de Juanito Bosco configuró inicialmente el “genio apostólico” que nos caracteriza en la Iglesia, os invito a centrar en común nuestra reflexión sobre el proyecto que distingue de otras nuestra genialidad pastoral: el Sustema Preventivo»[35].
3.7. Ella, la Señora: Maestra y Madre
Y la Señora del Sueño viene presentada como Maestra y como Madre. Es la mamá de ambos, del Señor majestuoso del Sueño y del mismo Juanito; una mamá –me permito decirlo de modo parafraseado–, que tomándolo de la mano le dice:
«Mira»: Y qué importante es para nosotros saber mirar, y qué grave cuando no somos capaces de «ver» a los jóvenes en su realidad, en lo que son; incapaces de ver lo más auténtico que hay en ellos, y lo más trágico y doloroso de sí mismos y de sus vidas. «Mira» es la primera palabra que dice la «mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada punto del mismo fuera una estrella muy refulgente» y que Don Bosco escribe como la primera palabra de ella escuchada en el Sueño.
Sin querer «estirar» demasiado un solo verbo al interpretarlo, me parece que hay una señal «preventiva» de lo que de hecho será el camino que nuestro padre deberá seguir, hecha sobre todo de aprendizaje experiencial. Pensemos en cuánto importaban los ojos en la vida de Don Bosco... Es lo que ve cuando llega a Turín –o más bien lo que Cafasso le ayuda a ver– lo que da origen a nuestra misión. Es por cómo ve a cada muchacho (recordamos los primeros encuentros en las biografías que escribe): allí está el incipit que es como un milagro al que sigue todo lo demás, tanto para Savio, como para Magone, como para Cagliero, para Rua... Hay una escultura en el museo Chieri que representa los ojos y las miradas de Don Bosco, que permaneció junto a su altar en 1988. Hay algo único en su mirada y esa mirada no es menos único, a su manera.
Y bajo esta mirada ya no hace falta ahora que diga nada sobre una palabra tan fundamental para nosotros como la asistencia. Todos sabemos lo esencial que es.
Mi atención, sin embargo, no se aleja mucho de la prado de los sueños en los Becchi, porque de hecho, sin que él se dé cuenta en ese momento, lo que lo moldeará será eminentemente experiencial: es un aprendizaje de la vida, más aún cuando el camino se vuelve extremadamente agotador.
El «mira» desplaza el epicentro fuera de la persona aunque luego Juan se involucra al cien por cien. Es lo que hay más allá de ti lo que te invita, te desafía, te cuestiona, te guía. Y de ahí la importancia del ambiente en toda la pedagogía salesiana.
No se quita nada al indispensable cuidado de la interioridad, del silencio. Estamos llamados a levantar la mirada, tanto cuando la fijamos en el misterio de Dios como cuando pasamos junto al hombre que descendió de Jerusalén a Jericó y se tropezó con los bandidos.
«Aprende», es decir, hazte humilde, fuerte y robusto, porque vas a necesitar la sencillez (frente a tantas soberbias), la fortaleza (frente a tanto que hay que enfrentar en la vida), y esa robustez que es resiliencia (o capacidad de no dejarse abatir, de no desanimarse, de no dejar caer los brazos en señal de que ya no se puede hacer nada).
Me parece formidable ver cómo lo que le hace ser «manso» (humilde, fuerte y robusto) sean los acontecimientos (la experiencia) que la Providencia (María) le pone en su camino..., a partir de ahora, de lo que le sucede poco tiempo después del Sueño, cuando en febrero de 1828 (y Juanito solo tenía 12 años) Margarita tuvo que sacarlo de casa por desavenencias con Antonio. Llega por la tarde a la granja Moglia, donde lo aceptan más por lástima que por necesidad real –nadie acepta mozos de campo en invierno–, lo suficientemente lejos como para ser la última puerta a la que llamar pero, a la vez, lo suficientemente cerca de Moncucco para ir a pie todos los domingos por la mañana temprano, donde se encuentra uno de los mejores párrocos que tuvo la diócesis de Turín, don Francesco Cottino (de quien por ahora nuestra literatura salesiana todavía dice muy poco). Se reúne con él todos los domingos: es el primer «cara a cara» con un guía que experimenta Juan, donde todo parte de su iniciativa. Una etapa de su infancia que solo podía haber sido triste y oscura se convierte en un paso muy importante en el camino. El 3 de noviembre de 1829, el tío Michele Occhiena lo llevó de regreso a Becchi. El 5 de noviembre, se produce el encuentro con Don Calosso al regresar de la Misión de Buttigliera.
Por eso considero muy importante subrayar con toda la fuerza cuán increíble es la dirección-acompañamiento de la Providencia. Juan responde dándolo todo libremente, pero los acontecimientos y las personas que se suceden en el momento adecuado son los creadores de ese «humilde, fuerte y robusto» indispensable para la misión que, entretanto, madura cada vez más.
Vemos que hay un primado de la Gracia, que vale ante todo para nosotros solo si sabemos dejarnos formar, pero que se vuelve muy fructífero para la misión: ya no hay límites ni dificultades que impidan el crecimiento hacia la plenitud de vida, la santidad, cualquiera que sea el contexto, incluso el más desafiante. Y esto no quita nada a todo el esfuerzo que hay que hacer para mejorar las situaciones y superar las injusticias. Pero, sobre todo, no quita ninguno de estos esfuerzos, estos encuentros, estos «contratos de trabajo» con los que Don Bosco defiende (y es el primero en hacerlo) a los aprendices que van al primer Oratorio... ¡No les quita el cielo! Siempre hay un más al que todos pueden acceder. Es la misma lección, por ejemplo, de la Madre Teresa con su «inútil» prodigarse por los moribundos de Calcuta. Entre otras cosas, en el cartel que había escrito a mano y colocado en su habitación al comienzo de esta nueva vida para los más pobres entre los pobres, había escrito estas palabras en blanco y negro: «Da mihi animas caetera tolle».
«Y ten paciencia», es decir, demos tiempo a todo y dejemos a Dios ser Dios.
4. Y es un sueño que hace soñar.
No podría terminar estas páginas que nos acercan al segundo centenario del Sueño de los nueve años sin expresar para los jóvenes y para nosotros, querida Familia Salesiana, sueños que llevo en el corazón; en ocasiones son deseos nobles de seguir creciendo en fidelidad carismática; en otros momentos son añoranzas y serenas provocaciones al ver que hay cambios que nos resultan difíciles, que hay resistencias que puede quitar luz a los destellos de nuestro carisma; a veces son profundos anhelos que quieren continuar el Sueño de Don Bosco, pero doscientos años después.
Os los comparto con la esperanza de que cada cual, quien me lee en cualquier parte del amplio mundo salesiano, pueda sentir que algo de lo aquí escrito también está pensado para él, para ella. Los aspectos concretos que descubro en la aplicación del Sueño a nuestro carisma hoy son estos, entre otros posibles:
- Como nos mostró Don Bosco a lo largo de toda su vida, solo las relaciones auténticas transforman y salvan. Eso mismo nos dice el papa Francisco: «No basta con tener las estructuras si en ellas no se desarrollan relaciones auténticas; de hecho, lo que evangeliza es la calidad de tales relaciones»[36]. Por eso expreso mi anhelo de que cada casa de nuestra Familia Salesiana en el mundo sea un espacio de relaciones de respeto, espacio que ayude a crecer sanamente. Creo que deberíamos marcar la diferencia porque las relaciones auténticas están en el origen de nuestro carisma, en el origen del encuentro de Don Bosco con Bartolomé Garelli, en el origen de la vocación misma de Don Bosco.
- Cada elección de Don Bosco se inserta en un proyecto más grande: el proyecto de Dios sobre él. Por lo tanto, ninguna elección fue ligera o banal para Don Bosco. Su Sueño no fue una anécdota en su vida, o un simple acontecimiento, sino una respuesta vocacional, una opción, un camino, un programa de vida que fue tomando forma a medida que se vivía. Yo sueño con ver a cada Salesiano, a cada miembro de nuestra Familia de Don Bosco, como ese grupo de personas que por vocación y opción se sienten incómodos en el confort y sienten en su propia piel el dolor, el cansancio y las fatigas de tantas familias y jóvenes que cada día luchan por sobrevivir, o por vivir con un poco más de dignidad. Que no seamos nunca espectadores de los dolores y angustias de nuestros jóvenes.
- «El sueño primero, el sueño creador de nuestro Padre Dios precede y acompaña la vida de todos sus hijos»[37]. Nuestro Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros, para cada uno de nuestros jóvenes, un proyecto ideado, «diseñado» a medida para nosotros por Dios mismo. El secreto de la tan deseada felicidad de cada persona será, precisamente, descubrir la correspondencia y el encuentro entre estos dos sueños: el nuestro y el de Dios. Y entender entonces cual es el sueño de Dios para cada uno es, en primer lugar, darnos cuenta de que el Señor nos ha dado la vida porque nos ama, más allá de lo que somos, incluidos nuestros propios límites. ¡Debemos creer, entonces, que nuestro Dios quiere hacer cosas grandes en cada uno de nosotros! Todos somos preciosos, un gran valor, porque, sin cada uno de nosotros, hay algo que no se podrá realizar, personas a las que solo yo podré amar, palabras que solo yo podré decir, momentos que solo yo podré compartir.
- Y sin sueño no hay vida. Para el ser humano, para todos nosotros, soñar es proyectarse, es tener un ideal, un sentido en la vida. La peor pobreza de los jóvenes es no dejarlos soñar, robarles sus propios sueños o imponerles sueños fabricados. Cada uno ES un sueño de Dios ¿cuál es el mío? ¿para qué me soñó?, y debemos intentar que se desarrolle, que se lleve a cabo, puesto que en esto se juega nuestra felicidad y la de nuestros hermanos. Recordemos cómo Don Bosco llora de emoción y alegría cuando «ve realizado» el sueño que definía su vida, su vocación, su misión en aquel 16 de mayo de 1887.
- Dios, hace grandes cosas con «instrumentos sencillos», y nos habla de muchas maneras, también en lo profundo de nuestro corazón, a través de los sentimientos que se mueven dentro de nosotros, a través de la Palabra de Dios acogida con fe, profundizada con paciencia, interiorizada con amor, seguida con confianza. Ayudémonos y ayudemos a nuestros muchachos, muchachas y jóvenes a escuchar nuestro interior, a descifrar los movimientos internos, a dar voz a lo que se agita dentro de cada uno, a reconocer qué señales o «sueños» nos revelan la voz de Dios y cuáles son, en cambio, fruto de elecciones equivocadas.
- «Las fatigas y fragilidades de los jóvenes nos ayudan a ser mejores, sus preguntas nos desafían, sus dudas ponen en cuestión la calidad de nuestra fre. También necesitamos de sus críticas, porque a menudo a través de ellas escuchamos la voz del Señor que nos pide la conversión del corazón y la renovación de las estructuras»[38]. Un verdadero educador sabe descubrir con inteligencia y paciencia lo que cada joven lleva dentro de sí, y como tal educador pondrá en acción una buena dosis de comprensión y afecto procurando hacerse querer[39]. Sueño y anhelo con encontrarme cada día en cada casa salesiana del mundo con estos Salesianos y estos educadores laicos que crean en el milagro transformador de educar salesianamente.
- Vivir humanamente es «un hacerse», es un desplegarse, es un gozar de los mismos procesos pacientes con los que Dios, actúa en nuestras vidas. Cuánto deseo que nuestra pasión educativa se asemeje a la de Don Bosco («padre de la amorevolezza salesiana») para que en todas las presencias de nuestra Familia Salesiana en el mundo los chicos y chicas puedan experimentar que se encuentran no solamente con profesionales capacitados, sino con verdaderos educadores-hermanos-amigos-padres o madres.
- Don Bosco, «cura de la calle» ad litteram, se consumió literalmente en esta empresa. Los Salesianos (y aquellos que se inspiran en Don Bosco) son efectivamente «hijos de un soñador de futuro», pero de un futuro que se construye en la confianza en Dios y en el diario sumergirse y obrar en la vida de los jóvenes, entre las fatigas y las incertidumbres de cada día[40]. Y por eso el encuentro con el Señor de la Vida, el ayudar a cada joven a descubrir su propio sueño, el sueño de Dios en cada uno, y el sostenerlos en su camino de realización, es el regalo más precioso que podemos ofrecer a nuestros jóvenes. Cuánto anhelo que sea siempre una realidad en nuestras casas.
- Como latía el corazón de Don Bosco en cada momento, estamos «convencidos de que cada joven tiene escrito en su corazón el deseo de Dios, que estamos llamados a ofrecer oportunidades de encuentro con Jesús, fuente de vida y alegría para cada joven»[41]. Hoy Don Bosco no podría comprender ni imaginarse que en cada una de sus casas, sus hijos e hijas no propusieran a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes -desde la libertad con la que hoy educamos en la fe en los más variados contextos-, el encuentro con Jesús, el conocerlo, el descubrir cómo nos fascina, o el ayudar a los jóvenes de otras religiones a ser buenos creyentes desde su propia fe y credo. Sueño con que esto sea una realidad en todas las casas salesianas del mundo.
- «En todas partes, la Obra Salesiana debe dirigirse a los jóvenes más pobres y necesitados de la sociedad, y debe utilizar con ellos los mil medios inspirados por la caridad que previene. Don Bosco lloró al ver a tantos jóvenes crecer corruptos e incrédulos; y le hubiera gustado poder extender su cuidado –vigilando, amonestando, instruyendo en una palabra, previniendo– a todos los jóvenes del mundo (...) Por eso, al aceptar nuevas fundaciones daba preferencia a aquellos lugares donde la juventud se estropeaba por el abandono»[42]. Yo sueño verdaderamente con ver un día a toda la Congregación Salesiana con la misma entrega que tuvo Don Bosco hacia sus muchachos más pobres. Sueño con ver a cada uno de mis hermanos dando la vida con alegría en favor de los últimos, y ya es así en muchos casos. Sueño con que cada una de nuestras casas estén llenas de ese «olor a oveja» al que se refería el papa Francisco para cada apóstol de hoy. Y lo deseo también para toda nuestra Familia Saleisana. Nadie debería sentirse exento de esta llamada.
- «La vida de Juan antes de la ordenación sacerdotal, es auténtica obra maestra de itinerario vocacional»[43]. Dice el Papa Francisco hablándoles a los jóvenes de la vocación: «Yo soy una misión en esta tierra y para eso estoy en este mundo. Por consiguiente, hay que pensar que toda pastoral es vocacional, toda formación es vocacional y toda espiritualidad es vocacional»[44]. Como siempre hizo Don Bosco, considero que es un deber para nosotros ayudar a cada joven, en todas nuestras propuestas, a descubrir lo que Dios espera de él, a tener ideales que le hagan volar alto, dar lo mejor de sí, desear vivir la vida como entrega y donación.
- En María resplandece su ser madre y ser cuidadora. Cuando, siendo ella muy joven, recibe el anuncio del ángel, no se privó de hacer preguntas. Cuando aceptó y dijo «sí», lo apostó todo, arriesgándose. Cuando su prima la necesitó dejó de lado sus propios planes y necesidades y se puso en camino, sin demora. Cuando le llegó el dolor de su hijo, fue la mujer fuerte que lo sostuvo y acompañó hasta el fin. Ella, que es la Madre y Maestra, mira a este pueblo de jóvenes que la busca, aunque en el camino haya mucho ruido y oscuridad, ella habla en el silencio y mantiene encendida la luz de la esperanza[45]. Sueño de verdad con que en fidelidad a Don Bosco lleguemos a enamorar a nuestros niños, niñas y jóvenes, de esa Madre, no menos de lo que él hizo, puesto que «la Virgen lo esto para Don Bosco; y el Salesiano que quiera adquirir el espíritu del Fundador debe imitarlo en esa devocación»[46]
5. Del sueño de los nueve años al altar de
Llego ya al final de esta narración. Se podría añadir más, pero considero que ya es suficiente y es posible que una palabra o una frase pueda llegar a cada corazón. Siendo así sería una muy buena noticia. Por eso deseo concluir pero sin añadir más reflexiones, más propuestas, más desafíos, más.... NO. Deseo invitaros sencillamente a hacer un minuto de interiorización y contemplación ante este texto de las Memorias Biográficas que describe en unas pocas líneas cómo Don Bosco mismo explica que sus lágrimas ante el altar de María Auxiliadora en la recién consagrada Basílica del Sacro Cuore fueron debidas a que en esos momentos veía y oía a su madre y a sus hermanos y abuela valorar el Sueño, incluso cuestionarlo y ahí, en ese instante, sesenta y dos años después, lo comprende todo, como le había dicho la Maestra en el Sueño. A mí me ha conmovido profundamente y por eso os lo ofrezco.
«Durante el divino sacrificio –cuentan la Memorias Biográficas– se paró por lo menos quince veces, víctima de una gran emoción y llorando. Don Carlos Viglietti, que le acompañaba, tuvo que ayudarlo de vez en cuando para que pudiera continuar. (Habiéndole preguntado) cuál había sido la causa de tanta emoción respondió:
-Tenía viva ante mis ojos la escena de cuando soñé a los diez años con la Congregación. Veía y oía realmente a la mamá y a los hermanos opinar sobre el sueño...
Entonces le había dicho la Virgen:
-A su tiempo lo comprenderás todo.
Habían pasado ya desde aquel día sesenta y dos años de trabajos, sacrificios y luchas, cuando una especie de relámpago repentino le había revelado, en la erección de la iglesia del Sacro Cuore en Roma, la conclusión de la misión que misteriosamente se le había trazado en los albores de su vida»[47].
Creo verdaderamente que María Auxiliadora sigue siendo hoy verdadera Madre y Maestra de nuestra Familia. Estoy convencido de que las palabras proféticas del primer sueño prometiendo una Maestra sigue siendo realidad en todos los lugares donde el carisma de nuestro Padre, don del Espíritu, ha echado raíces. Y tengo la certeza de que en cada a cada casa, más allá de nuestras fatigas y esfuerzos, se le puede aplicar lo que decía Don Bosco acerca del Santuario de Valdocco:
«Cada ladrillo es una gracia de María Auxiliadora; nada hemos hecho sin la intervención directa de Ella; la Virgen se ha edificado su casa y es una maravilla a nuestros ojos»[48].
Que ella, Inmaculada y Auxiliadora nos siga llevando a todos de la mano. Amén.
Turín-Valdocco, 8 de diciembre 2023
Don Ángel Card. Fernández Artime, S.D.B.
Rector Mayor
[1] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni. Redazione, storia, criteri di lettura, en «Note di pastorale giovanile» 5 (2020) 6.
[2] P. STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica. 1. Vita e opere, LAS, Roma 1979, 31s.
[3] P. CHÁVEZ V., Conociendo e imitando Don Bosco, hagamos de los jóvenes la misión de nuestra vida. Actas del Consejo General (ACG), Roma, 2012, no 412, 28.
[4] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 6.
[5] Cfr. FILIPPO RINALDI, Lettera circolare pubblicata su ACS Anno V - N. 26 (24 Ottobre 1924), 312-317
[6] JUAN BOSCO, Memorias del Oratorio de san Francisco de Sales, en INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes Salesianas. Don Bosco y su obra. Recopilación antológica, Editorial CCS, Madrid 2015, 1061-1063.
[7] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli. Lettere circolari ai salesiani di don Renato Ziggiotti, a cura di Marco Bay, LAS, Roma 2015, 575.
[8] Aunque digo «todos los Rectores Mayores», la excepción está en don Rua, primer sucesor de Don Bosco. De él no hemos encontrado ninguna cita o referencia, aunque sin duda también para él habrá sido muy especial el Sueño porque vivió al lado de Don Bosco tanto la narración del mismo como la realización de mucho de lo allí preanunciado.
[9] El salesiano coadjutor Marco Bay ha sido profesor de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma y es en la actualidad el director del Archivo Central Salesiano en Roma (UPS). Generosamente ha puesto en mis manos la búsqueda que por iniciativa personal había realizado acerca de las referencias que los anteriores Rectores Mayores habían hecho sobre el sueño de los nueve años.
Aprovecho también esta referencia para agradecer las notas y sugerencias de don Luis Timossi, sdb, del Centro de Formación Permanente en Quito, y a don Silvio Roggia, sdb, director en la comunidad Beato Ceferino Namuncurá en Roma.
[10] P. ALBERA, Lettere Circolari di don Paolo Albera ai salesiani, Direzione Generale delle Opere Salesiane, Torino 1965, 123; 315; 339.
[11] F. RINALDI, Lettera circolare pubblicata su ACS Anno V - N. 26 (24 Ottobre 1924), 312-317.
[12] Idem.
[13] La commemorazione di un "sogno", en Bollettino Salesiano (BS) Anno XLIX, 6 (Giugno 1925), 147. Cf. Boletín Salesiano de España, julio de 1925, 198-203.
[14] P. RICALDONE, Strenna 1935. Fedeltà a Don Bosco. Atti del Capitolo Superiore, Anno XVII, N. 74, 24 de marzo de 1936, p. 16.
[15] P. RICALDONE, Le vocazione, Atti del Capitolo Superiore, Anno XVII, N. 78, p. 9.
[16] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli. Lettere circolari ai salesiani di don Renato Ziggiotti, a cura di Marco Bay, LAS, Roma 2015, 129.
[17] R. ZIGGIOTTI, o.c., 264.
[18] L. RICCERI, il rinnovamento salesiano passa per la spiritualità missionaria, Discorso del Rettor Maggiore, en La famiglia salesiana famiglia missionera. Settimana di Spiritualità nel Centenario delle Missioni Salesiane, Elle Di Ci, Leuman Torino 1977, 12.
[19] Ibidem, 13.
[20] E. VIGANÒ, María renueva la Familia Salesiana de Don Bosco. Actas del Consejo Superior 289, 25 de marzo de 1978, 15.
[21] MBe VII, 253 [MB VII, 291]. Citado por J.E.VECCHI, Educatori appassionati esperti e consacrati per i giovani. Lettere circolari ai Salesiani di don Juan E. Vecchi. Introduzione, parole chiave e indici a cura di Marco Bay, LAS, Roma 2013, 380.
[22] PIETRO STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica. Vol. II, p. 32. Citado por J.E. VECCHI, o.c., 381.
[23] P. CHÁVEZ VILLANUEVA, Y Jesús crecía en sabiduría, estatura, y gracia (Lc 2,52), en Actas del Consejo General (ACG) 392, 1 de enero de 2006, 31-32.
[24] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 8.
[25] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 10.
[26] JUAN BOSCO, Memorias del Oratorio, citado por F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 9.
[27] F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 10.
[28] Citado en P.RICALDONE, Anno XVII. 24 Marzo 1936 N. 74.
[29] P. RICALDONE, Oratorio Festivo. Catechismo. Formazione religiosa, SEI. Torino 1939, 3-4.
[30] A. BOZZOLO (ed), Il Sogno dei nove anni. Questioni ermeneutiche e lettura teologica, LAS, Roma, 2017, 264.
[31] E. VIGANÓ, María renueva la Familia Salesiana de Don Bosco. Actas del Consejo Superior 289, 25 de marzo de 1978, 14.
[32] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli., 264.
[33] MBe XII, 68 [MB XII, 69-70] citado en F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 7.
[34] Cf. P. CHÁVEZ, «Conociendo e imitando a Don Bosco hagamos de los jóvenes la misión de nuestra vida». Primer año de preparación al Bicentenario de su nacimiento. Aguinaldo 2012, en ACG 412 (2012), 3-38.
[35] Egidio Viganò, El proyecto educativo salesiano, en Actas del Consejo Superior (ACS), 290, 15 de agosto de 1978, 4.
[36] SINODO DE LOS OBISPOS, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Documento final, 128.
[37] FRANCISCO, Christus vivit, Exhortación Apostólica Postsinodal a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios. LEV, Ciudad del Vaticano, 2019, n. 194.
[38] SINODO DE LOS OBISPOS, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, 116.
[39] XXIII Capitulo General Salesiano, Educar a los jóvenes en la fe. CCS, Roma, 1990, no 99.
[40] Cf. F. MOTTO, Il sogno dei nove anni, 14.
[41] R. SALA, Il sogno dei nove anni. Redazione, storia, criteri di lettura, in «Note di pastorale giovanile» 5 (2020), 21.
[42] F. RINALDI, Il sac. Filippo Rinaldi ai Cooperatori ed alle Cooperatrici Salesiane. Un'altra data memoranda, en BS Anno XLIX, 1 (Gennaio 1925), 6.
[43] E. VIGANÓ, Don Bosco-’88, en Actas del Consejo General (ACG), Roma, 19 de marzo de 1985, 8.
[44] FRANCISCO, Christus vivit, 254.
[45] Cf. FRANCISCO, o.c., 43-48, 298.
[46] R. ZIGGIOTTI, Tenaci, audaci e amorevoli, 264.
[47] MBe XVIII, 298 [MB XVIII, 341].
[48] R. ZIGGIOTTI, Le visite compiute in Europa, en Atti del Capitolo Superiore 180 (ACS), 12 de junio de 1954, 308